En un racimo de uvas podemos observar matices de color en cada una de ellas, ya sean más o menos verdes, más o menos moradas. También los brillos que el sol puede revelarnos al atravesar cada una de las esferas que lo componen.
Por otro lado, podemos comprobar la madurez del racimo y si alguna de las uvas está pasada. El sabor, más o menos dulce o amargo, de la morada o la verde, es algo esencial en cada una de sus variantes.
Cada uno de nosotros somos un racimo de una viña en un enorme viñedo, que es la sociedad en la que vivimos, la vida misma. La luz y colores que hay en nuestra realidad es importante, esencial. Pero también, cada uno de nosotros somo nuestros equívocos, malas decisiones, errores, etc. Esas uvas pasas, las marchitas, que son también parte del racimo. Por eso es imposible que algo sea perfecto. Todo tiene algo que lo evita.
Cuando vemos lo hermoso que hay en nosotros y encauzamos lo mejor que hay en nuestro interior para crecer, eso es bueno. Cuando aceptamos lo negativo y los errores, dejándolos atrás, tras saber qué decisiones no vamos a volver a tomar, entonces hacemos de nuestro camino el mejor de los caminos y una vida más positiva.
Abrazos positivos.
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